Esta semana en ocasión de la cumbre de
CELAC en Costa Rica, dos comunicadores venezolanos radicados en Miami y ahora
embarcados en el proyecto televisivo “El Venezolano tv”, Carla Angola y Carlos
Acosta, me preguntaban porque los presidente en las cumbres hablaban de cosas
que no tenían nada que ver con el objetivo de la Cumbre.
La pregunta, quizás simple en la
conversación televisiva, no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza desde el
programa y quisiera compartir en estas paginas un poco mas sobre el tema.
Una cumbre presidencial, de cualquier
organismos internacional conlleva meses y miles de horas de trabajo. Es un
proceso de subidas y bajadas burocráticas.
En una primera instancia los presidentes y altas esferas políticas
deciden el tema de la conferencia. En el caso de la CELAC en Costa Rica es la
pobreza, la cumbre de las Américas de la OEA en Panamá tendrá como tema el
papel de la cooperación en el desarrollo, la Cumbre Iberoamericana en México
fue educación. Una vez que esta decisión
se toma, los ministerios de relaciones exteriores comienzan un arduo trabajo de
conversación y dialogo, entre gobiernos, organismos internacionales, expertos,
consultores, ONG para lograr un primer borrador sobre los temas a incluir.
Posteriormente se realizan un conjunto de documentos que van decantando poco a
poco hacia un primer borrador de declaración de la cumbre y luego de la
declaración presidencial. Estos
documentos serán revisados por los embajadores, coordinadores nacionales y
viceministros. Ese tiempo pude variar entre varios meses o años, según la
periodicidad de la cumbre. En la Unión Europea las cumbres son semestrales, en
la CELAC son anuales, en la OEA son cada 3 años, por nombrar algunos.
Ministros de Relaciones Exteriores
revisan el proyecto final y acuerdan subir o bajar la intensidad de los
compromisos, incluir elementos claves o eliminar áreas de difícil aprobación.
Eso sucede con poca antelación a la Cumbre. Las y los presidentes y jefes de
gobierno se reúnen y leen el texto y lo aprueban sin mayores cambios. Sin embargo, en general entre Jefes de
Estados hay una desconexión de los temas y sus discursos. En las cumbres, que en el caso de América se
hacen publicas y con pantallas de plasma para ver como se proyecta, se usan las
reuniones como grandes altavoces de las agendas políticas personales,
nacionales o regionales, dándose en muchos casos diálogos de sordos.
Esto no es nuevo, pero mientras los
gobiernos no entiendan que estos diálogos sin interlocución, elevar la voz para
fortalecer la presencia nacional o simplemente por un problema personal,
deslegitima no solo el sistema internacional, sino la propia función de la
diplomacia y del sistema político en general del cual viven.
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