Durante esta semana se celebró la cumbre entre la Unión
Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Durante
dos días jefes de estado y de gobierno, vicepresidentes, ministros de
relaciones exteriores y representantes especiales se reunieron y suscribieron
dos nuevos documentos que tratan de fortalecer a dos supuestos grupos
regionales. Por un lado la CELAC, una OEA sin Canadá ni Estados Unidos y por
otro una Unión Europea en medio de su peor crisis.
Una declaración política suscrita por los gobiernos representados,
que consta de 12 páginas y 48 artículos, además de un plan de trabajo en el
bienio 2013-2014 que poco aporta al gran cuadro de la política internacional o
de los propios acuerdos alcanzados. Incluso es difícil comprender los
compromisos firmados dentro de las verdaderas agendas regionales. Se ratifican
los principios internacionales de lucha por el bien común, pero se rechaza la
injerencia de los mecanismos creados para su propia protección. Sin embargo, lo
importante no estuvo en lo firmado, sino en las interacciones entre los jefes
de estado y los acuerdos, expresos o no, que dejan ver los consensos en la región.
Por un lado la jefa del Gobierno alemán, la Señora Ángela
Merkel, representó a una Europa compleja y poco diversa, que exigía la
solidaridad de la región con las antiguas potencias coloniales Portugal y
España, al mismo tiempo rechazaba el potencial de la región negándole el saludo
al jefe del gobierno cubano. Por el lado latinoamericano, había un vacío
bastante claro. Si Europa está divida en
su proyecto, América Latina no comparte un proyecto ni político ni económico en
este momento.
Aunque estuvieron presentes desde el presidente anfitrión Piñeira
hasta el nuevo presidente de la CELAC Raúl Castro de Cuba, la falta de consenso en la región es grave.
Los permanentes ataques a la OEA, aceptados por la presencia
del Secretario General del organismo hemisférico José Miguel Insulza, no
contribuyen a mejorar la situación. El apoyo de la Unión Europea a los tácitos
ataques a los independientes sistemas de protección de derechos humanos
regionales, por la defensa de los sistemas estatales a nivel de la ONU, llenan
de preocupación a los millones de ciudadanos que de un lado y otro del Atlántico
buscan amparo a la violación de sus derechos fundamentales.
Sin duda no son tiempos claros para la construcción de
instituciones en el continente. La década de los 90 que sentó las bases de
muchos de los avances económicos regionales, no resistió el cambio de paradigma
de muchos gobiernos locales. La visión coyuntural, casi personal de muchos gobiernos
en el continente, está mostrando que aunque los sacrificios económicos dieron
algunos resultados, esas tendencias vienen de regreso. Y en política, las
tensiones de hoy serán crisis mañana, sin las herramienta regionales para
ayudar a su solución.
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