Analisis de la Cumbre de Cartagena


La Cumbre de Cartagena, la sexta de las que se celebra dentro del sistema de la Organización de Estados Americanos (OEA), requiere una amplia evaluación. Aunque hubo muchas sorpresas, a nadie sorprendió el resultado.

Desde que los mecanismos de la cumbres de jefes de estado se re-instalaron en el sistema interamericano con la Cumbre de Miami en 1994, se convirtieron en el foro privilegiado de la diplomacia continental. Los presidentes conseguían en el dialogo directo el apoyo para los proyectos de integración y apertura comerciales. Las fotos de grupo se convirtieron en la cita obligada.

Sin embargo desde la Cumbre de Quebec el año 2001, la primera en que el Presidente Chávez asistió se transformaron en el escenario para multiplicar la voz de la disidencia. En esa primera ocasión el Presidente venezolano se negó a firmar la declaración final, obligando a los negociadores que habían trabajado por meses en el documento, a buscar una salida. El Presidente se negó y si se lee la declaración tiene una nota del Gobierno Bolivariano reservando la Declaración. Luego en la IV Cumbre en Mar del Plata, el Presidente Nestor Kichner y Hugo Chávez prepararon una puesta en escena para paralizar el ALCA. De allí en adelante, cada cumbre ha sido un encuentro donde las visiones encontradas del continente construyen un campo de batalla para enfrentarse.

En esta ocasión, el Presidente Santos pensó que las soluciones bilaterales que había logrado con Venezuela y Ecuador, podrían desactivar una cumbre conflictiva. Tenía el apoyo de los Estados Unidos y los países centro americanos. Pero las políticas fueron anunciadas desde el primer momento, boicot por Cuba, pero nadie creyó que fuera cierto. Es imposible creer que hasta el Caribe se divide por apoyos a Cuba. Sin embargo, este fue solo una excusa. Los proyectos de sociedades están tan enfrentados, que en la propia cumbre ni siquiera se guardaron las formas. No se suscribió la Declaración Final, las ruedas de prensa fueron muy intensas y ni siquiera los presidentes quisieron mantener las agendas de las reuniones bilaterales.

En el análisis, Cuba fue el gran ganador. Aunque las condiciones para su regreso al sistema de las cumbres ya fueron decididas hace años: debe reintegrarse al sistema y permitir la vigilancia de los Derechos Humanos. De antemano sabemos que no cumplirá las clausulas democráticas establecidas. Por otro lado, el Presidente Santos puso mucho de su prestigio regional en juego y no logró obtener todas las ganancias, pero frente a la comunidad internacional y a su electorado salió bien librado. Los perdedores, sin duda los habitantes de este continente, que cada vez nos sentimos más alejados de las agendas que nuestros líderes presentan a nombre de nuestras sociedades.

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