La Unión Europea y las universidades


En España se celebraran a comienzos del mes de junio las elecciones para el Parlamento Europeo. Ese proceso permite la designación de un conjunto de diputados, que se integraran a las grandes corrientes políticas del viejo continente: socialistas, conservadores-demócrata-cristianos, ecologistas, nacionalistas; de tal forma que la representación nacional se atomiza. No se agrupan en los escaños franceses, españoles, ingleses, belgas, alemanes o italianos; sino que se agrupan representantes europeos de las principales corrientes del espectro político continental.

Esta institución representa el termómetro político. Agrupa 27 países y más de 400 millones de votantes. Esta legislatura que termina, tiene una mayoría relativa del Grupo Socialista (286 escaños), seguida por el grupo conservador (215), liberal (98), verdes (43), nacionalistas (42) y comunistas (41). Estos resultados cambiaran a partir del 7 de junio, en un ejercicio único de democracia internacional.

El proyecto europeo se encuentra en un momento de tensa calma, ya que se ha avanzado tanto en la coordinación de políticas, que más del 77% de las atribuciones nacionales está en manos de la coordinación europea, según algunos analistas. Los pasos siguientes conducirían a la aprobación de políticas federalistas, que culminarían en un eventual “Estados Unidos de Europa” y muchos países no están dispuestos a apoyar tal cosa.

La última reforma en vigor es la universitaria. A partir del próximo año académico entra en vigor “el Espacio Europeo de Educación Superior” o “Plan de Bolonia”, que reforma completamente la estructura de las carreras, creando un sistema unificado y compartido que permitirá una mayor interrelación. El Plan crea tres niveles claves: Grado, Maestría y Doctorado. La primera tendrá una duración de 3 o 4 años, la Maestría 2 años y el Doctorado. Este formato será el único que acreditaran las autoridades nacionales europeas.

Esta reforma tendrá un gran impacto, pues representa la ruptura del modelo europeo tradicional y se acerca a la estructura anglosajona. Para la universidad latinoamericana, influida por el modelo del viejo continente, este cambio obliga a una reflexión sobre su lugar en la academia mundial. Pero en el caso de la universidad venezolana, la prioridad por defender su independencia, quizás sea una tarea más urgente.

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