Revolución de Arturo Pérez-Reverte. Un comentario.

 Portada de Revolución



Una nueva novela del maestro salió publicada este otoño, con una contraportada que no me ha dejado desde que la leí, cita de Umberto Eco: “Me gusta Pérez Reverte. Me recuerda a Dumas y a Salgari”.  Que más se puede decir de un autor, por parte del gran filólogo!!!. Nada más. Por ello, gracias al recuerdo de Dartagnan y Sandokan, la entrada de la novela no me fue fácil.

 

La saga que narra la obra es una etapa en la vida de un joven ingeniero español, con nombre poco castizo, como es Martin Garret, un capítulo de la revolución mexicana.  Como decía, no me fue fácil, porque tiene que ver con los estereotipos. Conocemos las posiciones de Arturo Pérez Reverte sobre México y su historia, algún rifirrafe sobre los conquistadores en tierras mexicanas. Por ello, siento que el arranque de la novela es difícil, se pintan estereotipos, se dibujan paisajes, se trata de aterrizar al lector en una época muy fotografiada y filmada, muchas horas de celuloide se han dedicado a esos capítulos de la historia latinoamericana. Y siento que el maestro, quedo allí en el arranque... o quizás yo, como lector hiper crítico, me quede en ese arranque. Dejé la novela unos días y volví a darle la oportunidad que merece.

 

Una vez que el protagonista (o el autor) se desdobla, con una periodista mujer, la novela entra en el carril. Como siempre, Arturo Pérez-Reverte nos cuenta trozos de su vida, lo sentimos subir y evolucionar, disparar con esos sonidos, mezcla de comic y conversación de barra: ping, pzass, pung, que son esa marca distintiva de las narraciones del maestro.  Al final, la novela te agarra, y la pistas que Dumas y Salgari han ido dejando, te enredan, te atrapan y te guían hasta el final... para una última escena con aplauso, pero sin beso, en la terraza del hotel Palace en Madrid. 

 

La novela tiene momentos hermosos de introspección y búsqueda. Retratos en el desierto, diálogos e imágenes de héroes con nombres y sin nombres. Frases hermosas, como aquella con la periodista en que dice: “…allí donde reinaba el olvido, no existían ni la tragedia, ni la noche, ni la muerte”.  

 

Revolución no es “El Italiano”, “Línea de Fuego” o “Sidi”; quizás más cerca del “Francotirador Paciente” y en algunas páginas como “Falco” o “Tango de la vieja guardia”. Pero sin duda, es el maestro, arriesgándose allende los mares, cabalgó en un escenario que le era nuevo, en el cual, una vez más ha salido vencedor.  Como siempre, gracias y hasta la próxima. 


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