El largo camino para la elección de un
nuevo Secretario General para la OEA finalizó.
Casi dos años se estuvieron barajando nombres. El primero en aparecer y
desaparecer de la lista, fue el peruano Eduardo García Sayan, quien como Juez y
Presidente de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, intentó construir una plataforma electoral. Sin embargo, una
mezcla de discursos desacertados y decisiones que no castigaban claras
violaciones de Derechos Humanos, en particular en Venezuela, forzaron el retiro
de su candidatura de forma temprana.
Luego el ex vicepresidente de Guatemala
Eduardo Stein y la Directora General de la Comisión Económica para América
Latina CEPAL, la mexicana Alicia Barcenas retiraron sus candidaturas. De tal forma, que la diplomacia uruguaya y el
éxito de la administración del Presidente Jorge Mujica construyeron el consenso
necesario para asegurar la elección del
ex Ministro de Relaciones Exteriores de ese gobierno.
Luis Almagro es un abogado y diplomático
de carrera, con una amplia experiencia en el área multilateral y en países de
diplomacia compleja, como el caso de Iran y China. En el manejo de temas diplomáticos, como
representante de Uruguay en UNASUR, participó en iniciativas dirigidas a
solucionar la crisis venezolana.
Su gestión está marcada por su pasado en
relación con Venezuela. Como canciller de uno de los países de UNASUR y parte
del grupo de dialogo. Este grupo establecido hace casi un año no ha podido
construir una plataforma de dialogo con la oposición y ha mostrado claramente
un apoyo al Ejecutivo Bolivariano. De
esta forma, el dialogo no ha podido construir raíces.
Quizás, Almagro, ahora investido de los
poderes de la OEA pueda llevar adelante un dialogo, similar al que en su
momento adelantó Cesar Gaviria.
Ese nuevo intento de dialogo,
debería pasar por reactivar a la OEA en el contexto venezolano, permitiendo que
los observadores electorales participen en las próximas elecciones
parlamentarias en Venezuela y que los relatores de la Comisión Interamericana
visiten el país.
El reto del nuevo Secretario General es
grande. Revitalizar la organización,
articularla con la nueva institucionalidad del continente y profundizar los
compromisos democráticos por la defensa de los Derechos Humanos.
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