Tom Buerguenthal



El viernes pasado la Universidad para la Paz, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y el Instituto Interamericano de los Derechos Humanos se unieron para entregar al Dr. Thomas Buergenthal un Doctorado Honoris Causa por la labor dedicada en su vida a la protección de los Derechos Humanos alrededor del mundo, pero especialmente en América Latina.

Su vida en si mismo una historia digna de publicación. Niño judío nacido en 1934 en la antigua Checoslovaquia y cuyos padres decidieron moverse hacia Polonia en 1939, para salir a Inglaterra.  El permiso para viajar llegó el 1 de septiembre de 1939, al inicio de la Segunda Guerra Mundial. La historia en pocas palabras, persecución, guetos y finalmente el campo de concentración de Auschwitz.  Toda su familia murió en los campos de concentración con excepción de su madre, con la cual pudo reencontrarse dos años después del fin de la guerra.

Tom Buergenthal emigró a los Estados Unidos con su madre y comenzó a estudiar derecho, para dedicarse al derecho internacional, en especial en la incipiente área de la protección de los derechos humanos. El activismo lo llevo trabajar en la gran cruzada que el continente vivió para la aprobación del Pacto de San José, y se articuló con los países como Venezuela, Costa Rica o la Administración Carter de los Estados Unidos.  De esa forma, Costa Rica postuló su nombre a Magistrado de la Corte Interamericana. La Asamblea General de la OEA lo designó como miembro del primer grupo de magistrados, en compañía del venezolano Pedro Nikken y abogados de Costa Rica, Perú, Honduras,  Jamaica y Colombia.  Esa primera Corte Interamericana sentó las bases de una institución que en estos años ha logrado cambiar la forma en que los gobiernos tratan a sus ciudadanos. Su desarrollo y trabajo le fueron abriendo las puertas y finalmente fue electo como Juez de la Corte Internacional de Justicia.  Sin embargo, podríamos listar cargos en el mundo del derecho internacional: miembro de la Comisión de las Cuentas Dormidas en Suiza después de la Segunda Guerra Mundial, el Comité de Ética del Comité Olímpico y muchas otras responsabilidades.


Pero toda esta lista de cargos, no tendría sentido sin el número de libros y artículos escritos con los años, así como su disposición a seguir dando clases. En ocasión del Doctorado Honoris causa, se dirigió a un grupo de estudiantes de derecho. Comenzó a dar una clase, pregunta a cada alumno sobre derechos humanos y mientras algunos comenzar a filosofar, el los atajaba recordándole que la clase era de derecho y no de otra cosa, porque al final esa protección que muchos creen relativa, es un derecho que se tiene que cumplir.

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