El fin de semana pasado, dos países de centro América
celebraron elecciones presidenciales: El Salvador y Costa Rica, en ambos casos
el mecanismo de segunda vuelta para garantizar un resultado legitimo e
incuestionable se impuso.
En el primero de los casos, El Salvador, la tradicional y
muy tensa disputa entre la derecha y la izquierda, protagonizado por el partido
ARENA y el FMLN se mantuvo, con un par de diferencias. El primer lugar fue
ocupado por el candidato del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional,
Salvador Sánchez Ceran, con 48% de los votos, quien viene de ser Vicepresidente
del Gobierno de Funes y de mantenerse la tendencia sería el primer comandante
del FMLN que llega a la presidencia. El Partido ARENA con el odontólogo Norman
Quijano obtuvo el 38%. El 6 de Marzo
será la segunda vuelta.
En el caso costarricense, la elección fue distinta. Una reñida
carrera donde el día antes de las votaciones 3 candidatos de diversas
tendencias políticas se disputaban legítimamente la Presidencia: Johnny Araya,
oficialista y ex Alcalde de la Capital; José María Villalta, Diputado del
izquierdista Frente Amplio y el Profesor Luis Guillermo Solís, del centrista
Partido de Acción Ciudadana PAC. El
resultado final sorprendió a todos, con Solís en primer lugar con el 30%, seguido
por el partido oficialista Liberación Nacional con 29% y el Frente Amplio con
un lejano 17%. La segunda vuelta será el 6 de Abril.
Sin embargo, más allá del análisis electoral, fui invitado
como observador internacional a las elecciones en Costa Rica y pude recorrer y
apreciar mucho del proceso en este país, que sólo puede ser calificado de
único. La ley electoral no impone la suspensión de la propaganda electoral, por
lo que los electores continúan apoyando a sus candidatos en las calles e
incluso a las puertas del centro de votación, entran a votar con sus
vestimentas representando los colores de sus partidos, con un gran
comportamiento de respeto cívico. La policía no custodia directamente los
centros de votación y no hay ninguna medida especial de suspensión de la vida
en el país. El conteo es totalmente
manual y cada mesa de votación tiene hasta 500 electores, por lo que el proceso
al final es muy rápido, transparente y confiable. Sin duda, un ejemplo de comportamiento de una
sociedad y un gobierno que se constituye en una excepción en una región marcada
por la polaridad y las tensiones electorales.
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