Los noticieros internacionales han dedicado largas crónicas
a la crisis del euro y de la Unión Europea en general. Muchas emisiones de
noticias se dedican a los altos niveles de desempleo y el déficit económico. En
las últimas semanas, incluso se preparan reportes en los medios de lo que
serían las próximas elecciones en el Parlamento Europeo y los eventuales resultados
que podrían ser un reflejo del profundo escepticismo que la construcción de la
nueva institucionalidad del continente está proyectando en la sociedad.
En las últimas dos semanas he tenido la oportunidad de
atender compromisos académicos en Europa, fundamentalmente en Holanda y España,
y la realidad que se tiene de la sociedad europea en la calle, tiene un aire
muy particular y diferente de lo que se puede ver en los noticieros. Los años
de integración política y económica han ido construyendo en el mercado y en la
conciencia de la gente un sentimiento de autarquía y aislamiento increíble.
Visitar un mercado europeo, una tienda en algún país del
continente, refleja en los anaqueles cientos de productos, con la etiqueta
“hecho en Europa”, en Alemania, en Holanda, España por nombrar algunos ejemplos.
Los productos chinos, asiáticos en general o incluso hechos en Estados Unidos
son difíciles de conseguir. La variedad es muy grande en marcas imposibles de recordar
del pasado de las tiendas.
Por otro lado, en las calles el alto nivel de vida es
difícil de eludir. Autobuses públicos con los mayores adelantos técnicos,
internet gratuito, elevadores para que la gente adulta pueda subir sin
dificultad o las sillas de rueda y los carritos de bebes, puedan entrar sin
problemas.
¿Quiere decir esto que la crisis no es cierta o que es un
invento de los medios de comunicación? No, ciertamente la crisis existe como
una expresión de lo que podría haber sido una proyección de crecimiento e
inclusión que no se ha materializado.
Pero la verdad indiscutible es que Europa vive la época de
mayor florecimiento, en conjunto, de su historia. El nivel de vida, las
oportunidades, el desarrollo que se respira en sus calles no tiene comparación
con ningún otro lado del mundo. Y no me refiero a las nuevas capitales
asiáticas o árabes, Seúl o Dubái, por referirme a algunas. El proyecto europeo ha incluido a amplios
sectores de la sociedad y el crecimiento desde abajo se puede ver en todos
lados.
En fin, la crisis europea es una realidad en su proyecto,
pero que al compararlo con los índices de vida del resto del mundo, incluidos
los gigantes asiáticos o de América como un todo, no deja de ser una pequeña
nube en el horizonte.
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