La crisis
en Siria se profundiza. Varios elementos claves han cambiado el ritmo de la
guerra civil que vive ese país.
El papel de
Irán ha quedado al descubierto con los sucesivos ataques que los rebeldes han
hecho de fuerzas que podrían estar apoyando al gobierno de Al Assad en la lucha.
Esta situación quedó en evidencia cuando los rebeldes secuestraron un autobús
cargado de “peregrinos iraníes” según la agencia oficial siria. Según se ha
informado algunos de los secuestrados son “militares retirados” y algunos
podrían ser miembros de la guardia revolucionaria iraní.
El segundo
gran elemento es el importante número de deserciones por parte de altos
oficiales sirios del Gobierno. Esta misma semana renunció el Primer Ministro Riad
Farid Hijab, quien según se informó fue forzado a aceptar su nombramiento,
representa un gran símbolo del deterioro del gobierno en general. En su
declaración de renuncia se refirió en 3 ocasiones a que esta guerra civil, era
una guerra santa. Hijab es parte de los
grupos sunitas, minoritarios en el gobierno sirio, pero que representan una
gran mayoría en el país. Este nombre se
suma a ministros, generales, embajadores que en las últimas semanas que han
escapado del país o se han pasado a las filas del movimiento insurgente.
El tercer
gran elemento es la batalla diplomática que se está librando en paralelo a la
guerra casa por casa. Tres frentes tiene
esta batalla internacional: el Consejo de Seguridad bloqueado por China y
Rusia. La Asamblea General de la ONU, donde 12 países votaron en contra de una
Resolución que condenaba el deterioro del conflicto, el uso de armas pesadas en
contra de la población civil y llamando a un cese al fuego. En esa lista de 12 países, además de los ya
nombrados China y Rusia, destacan Corea del Norte, Bielorusia, los países del ALBA (Venezuela, Bolivia, Cuba y Nicaragua), Myanmar y
Zimbabwe. El tercer escenario de este combate tiene que ver con la propia
diplomacia musulmana, donde las relaciones de Turquía, Irán y la Liga Árabe se
enfrentan para condenar el régimen sirio.
La evolución de estos tres elementos marcará el sufrimiento del pueblo
sirio. Mientras estos intereses no se alineen, el conflicto se prolongará y los
17.000 muertos serán apenas una cifra en la lista de muertos.
Solo podemos señalar para culminar, que es poco común en las ciencias
sociales conseguir dos situaciones en las cuales los académicos puedan comparar
el uso de una misma política en diversas situaciones, como fue el caso de la
Responsabilidad para Proteger (R2P) entre Libia y Siria. La intervención de
ONU, criticada desde el principio, fue una solución eficaz no exenta de grandes
problemas en la práctica. Pero fue una
solución, en especial para el beneficio del pueblo Libio. Hoy, la comunidad
internacional en su parálisis, parece no haber aprendido las lecciones de
Yugoslavia, Ruanda o la propia Libia. Los muertos seguirán enterrando a sus
muertos.
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