En 1985,
los Presidentes de Brasil Jose Sarney y Raúl Alfonsin de Argentina firmaron la
Declaración de Iguazú, considerada la piedra fundacional de MERCOSUR. Sin
embargo, ambos estados dejaron claro que para que este nuevo grupo de
integración tuviera un impacto en la región y en el mundo entero, no podía ser
simplemente una zona de libre comercio bilateral. Ambos gobiernos, con jóvenes democracias,
decidieron sentarse a negociar con sus 2 estados vecinos y dejando atrás los
tensiones fronterizas, las guerras del pasado y las asimetrías económicas. En
1991, los 4 presidentes viajaron a Asunción en Paraguay para fundar el
MERCOSUR.
Este nuevo
esquema necesitaba establecer mecanismos de seguridad jurídica y política para
que la participación de 2 pequeños países como Uruguay y Paraguay pudieran
actuar en las mismas condiciones que los gigantes brasileño y argentino. Para la diplomacia uruguaya y paraguaya fue
un desafío gigantesco, que tomó muchos de los elementos de Unión Europea y las
salvaguardas que permitieron a los países del Benelux negociar con Alemania y
Francia, o posteriormente los acuerdos de Grecia, Portugal o España en el mismo
sentido.
Esta nueva
estructura requiere de una férrea protección a los países pequeños para que
pueda desarrollarse un crecimiento, no solo comercial, sino también económico
de los socios que ingresaban en busca de estabilidad como sociedades en paz y
armonía. Este respeto a las diversidades y la protección de los países pequeños
ha sido el éxito de la Unión Europea.
En el caso
de MERCOSUR no sucedió así. Primero Brasil estableció muchas salvaguardias jurídicas
al proceso, bloqueando la supranacionalidad o la independencia del Tribunal del
grupo. Luego comenzó un proceso de donde Brasil fortaleció su aparato económico
a expensas de los socios, pero especialmente de Argentina. En la tercera etapa,
el grupo se convirtió en un gran instrumento de política internacional para
Brasil, donde en una relación directa, el país crecía como nueva potencia
mundial y hegemon continental.
Así
llegamos al caso de Venezuela y su aspiración de entrar a MERCOSUR para
equilibrar su relación con la Comunidad Andina, como lo pensó Rafael Caldera en
su segundo mandato. Pero para Brasil y su potencia económica, era necesario que
nuestro país inyectara a su economía la capacidad de los petrodólares de
siempre. De esta forma, empresas brasileñas construyen el puente sobre el
Orinoco, el metro de Caracas, suministran alimentos a MERCAL, por solo nombrar
algunos de los recientes acuerdos.
En este
modelo, la presencia de los pequeños países buscando el equilibrio prometido se
volvió molesta. Hoy Paraguay está suspendido, el Presidente Mujica administra
las presiones de Brasil y el hegemon
suramericano se consolida de manera definitiva. Por ahora, Venezuela entra a
MERCOSUR.
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