La política
exterior venezolana desde el comienzo de la historia patria ha intentando
representar los valores de paz y justicia que en general nos animan a nosotros
los venezolanos. Después de la guerra de independencia nunca se usado la guerra
como medio de acción internacional.
Pero veamos
el tema en perspectiva. Por ejemplo, esta semana Costa Rica, uno de los países
más respetados del continente, celebró una de sus fiestas patrias, la anexión
de la provincia de Nicoya y Guanacaste en 1824, provenientes de Nicaragua.
Pocas personas recuerdan que Venezuela vivió una situación similar con la
provincia Colombiana del Arauca en 1830. En esa oportunidad el Congreso de
Venezuela le agradeció a esa provincia su intención de incorporarse a nuestro
país, pero no lo aceptó. En ese momento se argumentó que marcaría la política
internacional de la joven república y en especial sus relaciones con Colombia.
Esa
decisión marcaría la historia de la diplomacia de la República. Muchas veces
incomprendida y siempre criticada. Desde las soluciones de las controversias
territoriales por la negociación, los laudos arbitrales para pagar las deudas
luego del bloque de comienzos del siglo XX,
ser fundadores la Liga de las Naciones, la ONU y la OEA. Así como la
OPEP, un ejemplo especial de diplomacia
democrática a partir de 1958. Con la
OPEP éramos socios de los países árabes, pero sin traicionar la vocación
americanista de nuestro compromiso petrolero con los Estados Unidos y la región. Esa posición siempre trajo críticas internas,
por falta de posiciones espectaculares que permitieran a la galería política
del momento un aplauso sonoro. Sin embargo, en el exterior, la seriedad de las
posiciones venezolanas siempre fue motivo de respeto y admiración en la
comunidad internacional.
Por todo lo
anterior, esta sucesión de acciones del Gobierno Bolivariano de Venezuela dejan
atónitos a propios y extraños. Esta semana se informó de la definitiva salida
del país del Centro de Arbitraje de Inversión del Banco Mundial (CIADI) y de la
voluntad presidencial de retirar al país del sistema interamericano de
protección de los derechos humanos. Además, el Gobierno Bolivariano organizó
una jornada de “solidaridad mundial con Venezuela” alrededor del mundo, donde
se repartían los afiches de la campaña del Comandante Chávez en una abierta
actividad electoral financiada con el dinero de los recursos públicos. Si a estos hechos le sumamos las
investigaciones de la participación venezolana en los sucesos posteriores a la
salida del Presidente Lugo en Paraguay o los diversos intentos de participación
en asuntos internos en diversos países de la región, solo podemos concluir que
esa diplomacia no se parece a la que por casi 200 años llevó adelante Venezuela
y su Casa Amarilla. No me representa a mí, ni a los valores de paz y respeto
que animan la Constitución vigente.
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