Hace poco
más de un mes, el Presidente de Colombia Juan Manuel Santos debía estar
haciendo la evaluación política de la Cumbre de las Américas en Cartagena, que
terminó con algo de tensión, pero sin graves incidentes que lamentar. Esa
noche, en paz, debió pensar que las cosas salieron bien. En un mes el Tratado
de Libre Comercio con los Estados Unidos entraría en vigencia y las cosas no
podían lucir mejor.
Sin
embargo, a las pocas horas los rumores de las prostitutas contratadas por los
miembros del Servicio Secreto del Presidente Obama comenzaron a enturbiar el
mensaje de Colombia como un destino seguro en todos los sentidos.
Poco tiempo
después, la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) anunciaban que
habían capturado al periodista francés Romeo Langlois como prisionero de guerra, aunque habían anunciado su
decisión de no secuestrar civiles. Seguidamente, las FARC aclararon que no
solicitarían rescate por la liberación del periodista, sino que lo hacían para
garantizar un equilibrio informativo.
La visita
del candidato de la Unidad venezolano
Enrique Capriles Radosnky a Colombia, fue la oportunidad perfecta del ex
Presidente Alvaro Uribe para atacar al Presidente Hugo Chávez, como nunca lo
había hecho, llamándolo asesino, dictador y cualquier otra cantidad de
epítetos. Además aclaró que apoyaría a Capriles Radonsky aunque no lo
conociera.
Y el mes,
que finalizaba la larga espera para la entrada en vigor del TLC con Estados
Unidos terminó con un carro bomba colocado contra el ex Ministro de Interior del
Gobierno de Uribe, Fernando Londoño, donde murieron sus dos escoltas y
resultaron heridas más de 54 personas.
Aún no queda clara la responsabilidad del ataque, pero muchos no señalan
a la FARC como culpable.
Estos
elementos, quizás no muy metodológicamente cohesionados entre sí, enturbian la
administración del Presidente Juan Manuel Santos y lo obligan a tener que
actuar, al menos en el plano de los medios de comunicación y la efectividad de
su política de seguridad. La entrada en vigor del TLC, el ataque a un
exministro compañero de gabinete y el rol opositor de un ex presidente están
poniendo en jaque la administración del Presidente Santos, no tanto en la realidad del control del país,
pero si siembra dudas de su real capacidad, en otras palabras, la percepción de
debilidad de la administración comienzan a tomar vuelo.
El
Presidente Santos deberá adoptar las medidas necesarias para retomar,
públicamente, el control de su gobierno y del país. Es necesario buscar un
arreglo con el ex Presidente Uribe, que baje la conflictividad en el gobierno,
porque al final Uribe se convertirá en el aliado de sus principales enemigos. La necesidad de adoptar públicamente el
control de la seguridad por parte de la administración de Santos, no tiene que
ver con las próximas elecciones del año 2014, sino con la propia sostenibilidad
del proyecto colombiano contemporáneo.
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