Palabras en el Acto de Imposición de Medallas de la Escuela de Derecho de la Universidad Central de Venezuela. 25 de Noviembre 2010


Bienvenidos, abogados y abogadas al Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, la famosa casa que vence las sombras.
Bienvenidos. Lo lograron.

El día de hoy, hemos comenzado un acto que se ha repetido en los años y en los varios siglos de existencia que tiene nuestra Universidad, con un minuto de silencio. Y es que el Acto de Hoy, tiene esa rara mezcla de la felicidad por aquellos que cumplieron su sueño de caminar hoy bajo estas nubes de Calder y aquellos que hoy no pueden acompañarnos.

El minuto de silencio que guardamos esta mañana, es un tributo a la memoria y al recuerdo de un puñado de miembros de nuestra comunidad, de nuestra casa, de la graduanda Oriana Sifontes, del compañero empleado de Control de Estudio, Richard Riera y de los profesores recientemente fallecidos, Cipriano Heredia Angulo, Pedro Miguel Reyes, Jose Erasmo Perez España, Miguel Santana Mujica y el muy recordado Prof. Israel Arguello.

Comencé estas palabras con una grande y cálida bienvenida, que pronunció a nombre del Decano Ramón Crazut, quien desde el día de ayer, negocia de forma incansable con los diversos sectores que protestan sus reivindicaciones y ponían en peligro la celebración de este acto. A él, nuestro agradecimiento. Igualmente debo disculpar a nuestra Directora, la Profesora Irma Beherens de Bunimov, quien se suma a estos sentimientos encontrados por el fallecimiento el día de ayer de su hermana, pero quien estamos seguros que nos acompaña el día de hoy con sus sentimientos.

Pero ratificó mi bienvenida a todos y cada uno de Ustedes, colegas abogados y abogadas. El día de hoy, 387 nuevos abogados y abogados recibirán sus medallas, donde además destacan un importante número de menciones honorificas, 4 summa cum laude y 12 magna cum laude.
Y es que en este de hoy en que Ustedes entran de forma definitiva a la historia de la Universidad, que no es más que la historia de la patria.

Cuando esta ciudad apenas rebasaba algunas calles, en el siglo XVII, un grupo de hombre fundó en 1673 el Colegio Santa Rosa de Lima. Sería la misma Capilla de este primer ensayo de nuestra Universidad, donde los padres de la patria firmaron el Acta de Independencia el 5 de julio de 1811, es decir 130 años antes de la fundación de nuestro país, ya la Universidad de Caracas existía.

Pero solo sería en 1721, por presiones de muchos de los primeros venezolanos, en que finalmente el Rey Felipe V de Borbon, por Real Cedula creó la Real Universidad de Caracas. Un año despúes, en 1722, el Papa Inocencio XIII, le otorgó la categoría de Universidad Pontificia, por la cual comenzamos a llamarnos Real y Pontificia Universidad de Caracas.

Al recordar la fecha, 1722, debemos tener muy en cuenta, que la Capitanía General de Venezuela, partida de nacimiento de los límites físicos de los que hoy conocemos como Patria, fue firmada en 1777. Es decir, 50 años antes de la unificación de Venezuela, ya nuestra Universidad de Caracas formaba abogados para construir una patria, una República.

En estos días que celebramos el Bicentenario de nuestra Independencia, no podemos dejar de recordar que esta gesta militar, comenzó con un acto de desobediencia civil el 19 de abril de 1810 y se materializaría en un acto jurídico, como fue la firma del Acta de nuestra independencia, el 5 de julio de 1811, como ya dije, en la Capilla de la primera sede de nuestra Universidad.
La guerra de independencia, se comenzó a gestar mucho antes de estos movimientos que celebramos ahora, empezaron en la Sociedad Patriótica y en el conjunto de profesores, la mayoría de ellos de Derecho y filosofía, enseñaban las ideas de la ilustración, el enciclopedismo y las grandes corrientes que tenían un solo objetivo, formar ciudadanos, patriotas, mucho antes de que existiera la patria.

De esta forma, la guerra de independencia se libró en los llanos de nuestro país, pero también en los claustros de nuestra Universidad, con la quema de libros heréticos, y la prohibición “so pena de excomunión, la lectura de los impíos escritores Boltayre, Rousseau o Montesquieu,”. Así, un grupo de hombres, graduados como Ustedes y profesores como nosotros se empeñaron en la construcción de un nuevo orden: Juan Germán Roscio, José Rafael Revenga y José María Vargas, en unión de Simón Bolívar, promulgan los Estatutos Republicanos de la Universidad, dejando el nombre de Pontificia y Real Universidad de Caracas, para llamarnos la Universidad Central de Venezuela.

Este camino, tan duro, tan genuino, tan republicano es único en el continente. Las capitales de nuestros vecinos estados, no abolieron sus pontificias universidades, ni Bogotá, ni Lima, ni Santiago eliminaron esa tutela religiosa para sus enseñanza en la construcción de una país.
En nuestro caso, el ideal de estos héroes civiles, profesores e intelectuales, se unió al desprendimiento de Simón Bolivar, quien esos Estatutos Republicanos nos entregaron los dos pilares de la institución que hoy se engalana con su grado: la autonomía financiera y académica. El Libertador le donó a la Universidad Central de Venezuela sus haciendas en Cata, Chuao, y Tacata, además de importantes volúmenes de su colección personal, como el Contrato Social que reposa en la oficina de nuestra Rectora y diversos tratados. Además, la autonomía académica se garantizó con un claustro fuerte y autónomo, que eligiera sus autoridades de forma independiente.

De esta forma, en 1827 el Profesor José María Vargas fue electo como el Primer Rector de nuestra UCV. Allí afuera, muy cerca de donde nos encontramos ahora, verán su busto, mirando hacia el patio del rectorado recordándonos sus luchas y su legado.

Porque será este mismo hombre, el primer rector de nuestra UCV, quien en 1835 es electo el Presidente de la República, inaugurando así la lista de Jefes de Estado Venezolanos, que como Uds. han recibido un titulo de la casa que vence las sombras.

Pero será este profesor, quien sufra en carne propia el sino que caracteriza la vida venezolana y la vida universitaria. Pocos meses después de ser electo Presidente de la República, un grupo de militares encabezados por el Teniente Coronel Pedro Carujo, dan un golpe de estado, secuestrándolo y enviando a este buen hombre, exilado a la isla de San Tomas.

Este será el debate de nuestra universidad, el debate de nuestra país, civilización contra barbarie, señalado por un estudiante de Derecho, que nunca pudo graduarse como Uds. Romulo Gallegos, quien también sería Presidente de la República, y tampoco pudo terminar su periodo presidencial, víctima de un golpe de estado militar.

Y así es nuestra historia, dictadores y autócratas siempre han visto en la UCV un enemigo. Guzman Blanco, Abogado egresado como ustedes de estas aulas, se enfrento a los estudiantes que derribaban sus estatuas o Juan Vicente Gomez quien cerró nuestras aulas durante 10 años.
En este acto, que reciben Ustedes la medalla que los acredita como graduados y mañana que recibirán finalmente el titulo de Abogados de la UCV, comprende una doble responsabilidad: la primera continuar con la construcción de patria, de la construcción de país con los conocimientos que adquirieron en los salones de clases, pero también ese pensum extra curricular, él que tuvieron en los pasillos, cafetines, tierra de nadie, las elecciones y los paros. La segunda de estas responsabilidad, es que a partir de hoy, su nombre queda irremediablemente atado a los archivos de esta universidad, al devenir de la institución más antigua y más importante de Venezuela.

Colegas abogados y abogadas… bienvenidos a la historia de nuestro país.

Felicitaciones.

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