La crisis de Honduras, termina sin ganador claro


La crisis de Honduras entra en una nueva fase con la proclamación del candidato victorioso Porfirio Lobo. Nunca como en el caso de este pequeño país centroamericano los principios del derecho internacional público y la convivencia mundial habían sido sometidos a tal presión y contraste.
Por una parte, los principios tradicionales como la no intervención y el respeto al derecho diplomático han sido puestos a un lado, frente a las nuevas realidades que representan consensos como la Carta Democrática Interamericana y el respeto a los derechos humanos.
La OEA, en un apoyo total al inicio de la crisis, fue incapaz de manejar el respaldo internacional a favor de la restitución del Presidente Zelaya. La inefectividad del Secretario General Inzulsa se vio reforzada por el radicalismo de algunos gobiernos latinoamericanos, en especial Venezuela, Ecuador o Argentina. Esta situación cerró el camino del dialogo y muchos estados pusieron sobre la mesa la idea de una intervención, económica o armada para restituir al depuesto Zelaya.
Pero por el otro lado, la paz y la estabilidad son elementos claves en la política internacional. Una salida negociada con el apoyo del hegemon norteamericano fue organizada, mientras el tiempo inexorablemente preparaba la elección que restituye la legitimidad de origen. Estas elecciones, sin supervisión formal internacional, pero con un importante número de representantes de organizaciones no gubernamentales, respaldaron una votación razonablemente limpia dentro de un ambiente de tensión alrededor de la calidad de los derechos humanos. Al corto plazo, el peso de la diplomacia bolivariana y sus aliados del ALBA van a crear un ruido constante que será una buena excusa para que Brasil solucione el problema jurídico que representa la acción política permanente del Presidente Zelaya desde su embajada y la demanda ante la Corte Internacional de Justicia por parte Honduras. Europa, con España a la cabeza, intentará prolongar la posición política en defensa de la democracia, mientras relaja la presión económica.
Al mediano plazo, el proceso de readmisión de Honduras en la OEA se cumplirá de la mano de la acción fiscalizadora de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y un progresivo retorno a la institucionalidad será normal.

Al largo plazo, otros problemas de América Latina se harán más urgentes y solo la sombra de un Presidente que dejó el sombrero en una madrugada junto con una crisis principista sin reconciliación, será lo que recordemos de este capítulo de la historia del continente.


Publicado en el diario El Nuevo Pais, de Caracas, el 6 de diciembre de 2009

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