De Tegucigalpa a Kabul: dos interpretaciones constitucionales


La ONU supervisó las elecciones en Afganistán y declaró que las elecciones presidenciales celebradas en Agosto, eran el resultado de un fraude masivo. Estas denuncias anularon la victoria en primera vuelta del Presidente en ejercicio Hamid Karzai, obligando a realizar unas nuevas elecciones en noviembre. El oponente era el canciller del gobierno Abdullah Abdullah. Sin embargo, a comienzos de esta semana, el candidato opositor se retiró de las elecciones, alegando diversos problemas, incluida la falta de garantías. En consecuencia no era necesario realizar una nueva elección: el presidente sigue siendo Karsai. Las potencias mundiales que habían apoyado la anulación de los votos que le quitaban el gobierno a Karsai hace 3 meses, ahora apoyan al legítimo y constitucional gobierno de Afganistán. El portavoz del gobierno de Estados Unidos se refiere a Karsai como el líder legítimo de la nación. Según los portavoces de los gobiernos occidentales, al retirarse el opositor no es necesaria la segunda vuelta, aunque esa segunda vuelta haya sido empujada por el propio fraude al cual se acusa al gobierno en el poder. Pero todos defienden la constitucionalidad de una decisión que no parece muy ortodoxa. Pura lógica internacional. Pero esta lógica parece ser diferente en el caso hondureño. Desde hace ya varios meses, los hondureños se empeñan en intentar restablecer la legalidad constitucional y todos los países realizan sus propias interpretaciones. Mientras se escriben estas líneas, diversos gobiernos hablan de la decepción por el fracaso del dialogo en Tegucigalpa y que los presidentes Zelaya y Micheletti no llegan a un acuerdo. Para muchos autores clásicos, la principal función del derecho internacional es proveer de estabilidad a la comunidad internacional. Afganistán es la base principal para la guerra anti terrorista de los Estados Unidos y un costoso proceso interno no parece la prioridad de nadie. En Honduras, la prioridad no la tienen los Estados Unidos, sino un grupo de países alrededor de un proyecto regional. Un gobierno de Zelaya sin poder político para imponer una agenda no le sirve al eje bolivariano. Por lo tanto se juega la otra carta, la inestabilidad. La normalidad regresa a Kabul y las sombras de la desestabilización vuelven a Tegucigalpa. Las elecciones se acercan en Honduras y si no se hace un esfuerzo, sólo será más combustible para los problemas.

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