La obamamanía llega a Latinoamerica


Todos somos especialistas en cumbres presidenciales. No importa cuánto las critiquemos, no importa cuántas veces neguemos su utilidad práctica, no importa que las reuniones presidenciales no se limiten sino a un relativo ejercicio de diplomacia y mucha fotografía. En esta cumbre todo sobra. La quinta cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago supera con creces todo lo escrito.

La preparación del Gobierno de los EE.UU, la labor del ex embajador en Caracas Jeffrey Davidow como coordinador especial, las giras previas del Vicepresidente Biden. Por otro lado, la convocatoria a una pre-Cumbre del Alba, las declaraciones destempladas en contra de las políticas de norteamerica en las últimas décadas, los golpes de mesa, la foto de grupo. Nada de eso importa. El continente es presa de la enfermedad que azota a Europa desde hace meses: la obamamanía.

Las caras de los jefes de estado que lo ven por primera vez no pueden ocultar la turbación: el presidente Hugo Chávez le mira con conmoción y le pide ser su amigo; la Presidenta Bachellet con una sonrisa continental; Evo Morales, que aún se recupera de la huelga de hambre, mira con ansiedad al Presidente norteamericano; la presidente Argentina sonríe sin medida, el Presidente Zelaya se quita el sombrero. Los más experimentados, es decir los que ya lo han visto antes, el mexicano Calderón y el Brasileño Lula, se perciben satisfechos. Ya ellos se saben interlocutores y no necesitan presentarse.

El primer día se pusieron las cartas sobre la mesa, cuba sería el plato fuerte. El segundo día transcurrirían las deliberaciones, que mientras se escriben estas líneas deben continuar sin novedades; algún discurso un poco más fuerte, una palabra altisonante, pero todo sin sorpresa.

El discurso de Obama simple y contundente: No vengo a hablar del pasado, sino del futuro.

El tema cubano, la gran carta de los países del continente, fue un proceso de negociación bien llevado por parte de los EE.UU. Ya Obama había advertido que la negociación con Cuba sería larga y el camino ya comenzó, la vuelta la OEA es un segundo paso. La negociación del ingreso, implica no sólo el regreso político de la isla, sino la aceptación de la supervisión que el compromiso democrático implica. Estará Cuba dispuesta a aceptarla. Durante los últimos 50 años se ha negado a la supervisión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que nunca la excluyó.

Es pronto para hacer un balance, cuando aún no regresan los presidentes a sus países, pero sin duda la Obamanía cambió la política exterior de los Estados Unidos.

Publicado en el diario El Nuevo Pais, Caracas.

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