Kirguistan: un territorio compartido entre Estados Unidos y Rusia


Este fin de semana la Presidenta interina de Kirguizistán, Roza Otunbayeva, informaba a la prensa mundial que el número de muertos por los desordenes étnicos y políticos que vivió ese país durante los últimos días, eran mucho peores de los informados. Las cifras reales rondaban las 2.000 víctimas, decenas de miles de heridos y centenares de miles de refugiados.

Esas revueltas son una respuesta al fracaso de la revolución de los Tulipanes, que derrocó en 2005 al dictador Askar Akáyev y que llevó al poder a Kurmambek Bakíev y que traicionó los postulados de este movimiento. Pero esta situación es también la consecuencia de los movimientos de pueblos que el General Stalin ordenó muchas veces. El valle de Ferganá, el más rico de Asia central, fue repartido entre tres repúblicas soviéticas: Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán. Para compensar a Uzbekistán de la pérdida del Ferganá, incluidas las ciudades de Osh y Jalalabad, Stalin incluyó en esa república las importantes ciudades tayicas de Samarcanda, Bujará y Jiva.

Esta zona está ubicada al sur de Rusia y tiene como vecino a China.
Las cuestiones étnicas, culturales o religiosas no son la razón de la preocupación mundial. El problema es otro. El valor estratégico de esos territorios es inmenso. Rusia y Estados Unidos poseen bases en el país, que sirven para proyectar sus respectivas fuerzas en una zona inestable por naturaleza. En esta ocasión los rusos fueron más que cautelosos. Aunque el Gobierno de Kirguizistán solicitaba ayuda para reprimir la revuelta, el gobierno de Moscú se negaba a cualquier participación. Por el contrario, cerraron sus fronteras y reforzaron la seguridad de las instalaciones militares en la zona. En otra zona del mismo país, Estados Unidos posee un conjunto de facilidades en el aeropuerto internacional de Manás, desde donde se ejecuta una labor logística de primer orden en la lucha en Afganistán. Y tampoco intervinieron.

Ahora lo que resta es celebrar las elecciones que legitimen al gobierno depuesto. Que se re-establezca el equilibrio y la gobernabilidad en una zona con poca tradición democrática. Pero por sobre todas las cosas, esperar que esas medidas contribuyan a la paz en esa región, cuyo potencial para desequilibrar esa zona del mundo es casi ilimitada.

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